Bicentenario del nacimiento del Cardenal Payá, 1811 – 2011
Como obispo de Cuenca su voz resonó en el Concilio Vaticano I con un discurso a favor de la infalibilidad papal, consiguiendo que casi todos los prelados previstos para hablar retirasen su turno de palabra. Como arzobispo de Santiago ordenó la búsqueda en la catedral de los restos del apóstol y logró que las reliquias halladas fuesen reconocidas como auténticas por Roma, revitalizando las peregrinaciones jacobeas. Como arzobispo de Toledo se erigió en Primado de España y Patriarca de las Indias Occidentales, convirtiéndose en la máxima autoridad eclesiástica del Reino, al tiempo que como Capellán Real bautizó al rey Alfonso XIII.
Miguel Payá y Rico, el protagonista de esta trayectoria en el episcopado español del siglo XIX, recordado como el cardenal Payá, había nacido en Beneixama el 20 de diciembre de 1811, cuando el país estaba ocupado por las tropas napoleónicas, pero a los ocho años murió su padre y su madre, natural de Onil, optó por regresar a su pueblo natal con sus tres hijos. Miguel vivió en esta localidad su infancia y adolescencia, hasta su traslado al seminario de Valencia.
El cumplimiento del bicentenario de su nacimiento en los próximos días ha unido a los ayuntamientos de ambas poblaciones alicantinas para conmemorar la efeméride durante un año. Para ello se ha constituido una comisión organizadora que incluye, además de representantes de instituciones y asociaciones locales, comisarios en tres comunidades autónomas: Galicia, Castilla-La Mancha y Comunidad Valenciana.
La carrera eclesiástica de Payá fue sólida y ascendente. Profesor de Filosofía en Valencia, párroco durante casi cuatro años en su pueblo natal, donde finalizó la actual Iglesia, y director del periódico El Eco de la Religión, su consagración no llegó realmente hasta que fue nombrado obispo de Cuenca y viajó a Roma para participar en el Concilio Vaticano I (1869-1870), convencido de que no tendría necesidad de hablar. Sin embargo, el debate sobre la infalibilidad papal que allí se planteó encontró en él un imprevisto defensor, al solicitar la palabra y pronunciar un discurso improvisado, aunque sin duda muy pensado previamente, de hora y tres cuartos. Su intervención tuvo una influencia notable, quedando aprobado este dogma que tenía un doble contenido teológico y político, al enfrentarse el pontificado al galicanismo de los franceses, que propugnaban la autoridad del Estado en los asuntos de la tierra.
Payá, siempre fiel a las directrices de Roma en momentos en los que la Iglesia se oponía al liberalismo, recorría entonces una senda ultramontana sometida al Papa, aunque algunos acontecimientos contribuyeron a cambiar su pensamiento.
Su primer tradicionalismo en una Iglesia que no ocultaba las simpatías por el carlismo quedó alterado al ser testigo del violento saqueo en Cuenca que consumaron en 1874 las tropas carlistas comandadas por el infante Alfonso Carlos de Borbón y su esposa María de las Nieves de Braganza, conocida por Doña Blanca. Pérez Galdós mitificó al obispo en uno de sus Episodios Nacionales, al presentarle gallardo cuando solicitó a ésta que cesaran los crímenes y abusos, a lo que María de las Nieves le contestó que diese gracias por no hacer lo mismo con él. Galdós atribuyó entonces a Payá estas palabras: «Señora, con esa conducta ni se conquistan tronos en la tierra ni coronas para el cielo».
Designado arzobispo de Santiago, obtuvo la distinción de Cardenal en 1877,otorgada por Pío IX, por el que a la muerte de éste intervino en la elección de León XIII. En Santiago protagonizó uno de los momentos más importantes para la ruta jacobea. En momentos en que las peregrinaciones habían decaído –una crónica de aquellos días calculaba que en un año sólo llegaban decenas de peregrinos– ordenó las excavaciones para la búsqueda de los restos del apóstol. La tradición Contaba que a fines del siglo XVI se ocultó su cuerpo para evitar que una incursión inglesa lo profanase. El arzobispo y cardenal se propuso encontrar el sepulcro y recurrió a un equipo de investigadores. Los presuntos restos se hallaron tras el altar mayor, en una cripta. Contando con la colaboración de la Universidad compostelana, se informó a Roma y consiguió que el Vaticano reconociese las reliquias como auténticas. León XIII expidió la bula Deus Omnipotens notificando al mundo católico el hallazgo y revitalizando la afluencia de peregrinos a partir de entonces. Hoy se considera que este capítulo marcó el resurgimiento del Camino y el inicio de las peregrinaciones modernas.
Poco antes de abandonar la silla gallega, fue designado capellán Real. Su vinculación a la monarquía contaba con el precedente de haber ejercido como predicador privado de Isabel II. Por su cargo, le correspondió bautizar al niño rey Alfonso XIII en 1886, el mismo año en que sería nombrado arzobispo de Toledo y, por tanto, Primado de España hasta su muerte en esta ciudad en 1891,el día de Nochebuena. Está enterrado en la catedral de Toledo.
José Ferrándiz Lozano.